El camino a las islas del fin del mundo

Según leí hace tiempo, el apóstol Santiago, apodado el Mayor, nació en el seno de una familia de pescadores, en la localidad de Betsaida, muy próxima al Mar de Galilea, también llamado Lago de Tiberiades. Allí donde se cuenta que se produjo la abundante y milagrosa pesca, por parte de algunos acólitos de Jesús.

Una de las leyendas, cuenta que Santiago inició el viaje evangélico surcando las aguas del Mediterráneo y que llegó hasta las costas de Hispania. Cruzó las Columnas de Hércules, que daban paso hacia el Mare Tenebrosum, nuestro Atlántico, y finalizó el periplo en la provincia del noroeste de la península, llamada Gallaecia.

Siempre pensé en hacer el Camino de Santiago y me decidí este verano. Revisé las diferentes variantes del mismo, contenidas en multitud de libros y guías. Caí en la cuenta de que, a pesar de que el santo llegó por mar, ello no se reflejaba en los diferentes caminos descritos. Todos ellos, terrestres. Por lo que ideé mi camino, mejor dicho, mi travesía, a través de las islas que jalonan la costa y conducen hacia Compostela: las Cíes, las Ons y la de Arousa. Seguro que ese fue, en parte, el itinerario que hizo Santiago. Y es el que haría yo mismo, en mi particular peregrinaje.

Alquilé una moto de agua y me dispuse a surcar la ría de Vigo, con destino a las llamadas Islas de los Dioses, por los antiguos. La llegada a la playa de Rodas, una de las mejores del mundo según los expertos, me deslumbró, como imagino que le ocurrió a Santiago. Su arena blanca dibujaba una herradura casi perfecta. Me bañé en sus gélidas aguas. No pude reprimirme. Lo que relajó y activó mi cuerpo, en partes iguales. Cené algunas provisiones que llevaba conmigo. Hice noche en la isla, acurrucado dentro de mi saco de dormir.

Al día siguiente, antes de que empezaran a atracar los barcos con los turistas a bordo, me dispuse a poner rumbo a las Ons. Las Aunios, para nuestros antecesores. Unas islas espectaculares. Salvajes. Varé la moto en al Área dos Cans, en un pequeño resquicio que encontré entre las diferentes rocas que jalonan el arenal, no sin antes amarrarla, para evitar la pleamar. A falta de albergue, vi que estaba abierto el chiringuito de la playa, por lo que pude tomar algo antes de descansar plácidamente en el lugar. Esta vez la noche se hizo más corta, pues había buen ambiente en el chiringuito. Cuando expliqué que estaba haciendo mi Camino de Santiago marítimo no se sorprendieron en gran manera. Lo ingerido durante horas ayudaba a la imaginación.

El último tramo marítimo de mi diferente Camino, me llevó a la Illa de Arousa. Era una etapa un tanto mayor que la previa. Una isla muy poblada si la comparamos con las anteriores. Un punto neurálgico de mi peregrinaje, que daría paso a una vía terrestre. En la ría se hacía visible el porqué del sobrenombre de “Serengeti del Mar” que le habían dado, por la inmensa variedad y cantidad de fauna, convertidos en manjares de mar extraídos de la misma.

Desde ese punto, tracé un recorrido terrestre de algo más de cincuenta kilómetros, que me conduciría a la plaza del Obradoiro de Assegonia, la Compostela de los romanos, a través de otro célebre enclave romano, Iria Flavia, la actual Padrón, donde cuentan que “unos pican e outros non”.

 

La entrada a Santiago desde O Milladoiro, me llevó a caminar por la avenida de Rosalía de Castro y a bordear el Parque da Alameda, donde se podrían contemplar las diferentes especies botánicas que lo embellecen, que daban la bienvenida a la vieja ciudad. Las Prazas do Toural y de Fonseca fueron los quicios de la imponente catedral.

A diferencia de los peregrinos terrestres, no me dirigí hacia la oficina del peregrino, para obtener la correspondiente credencial. No me la iban a dar, porque mi camino fue en esencia diferente. No me hacía falta. Estaba convencido que el espíritu del santo había venido conmigo. El olor a mar, desde Galilea hasta las rías, se había impregnado de mi ser. Estaba convencido que Santiago estaría muy contento. Así me lo susurró el apóstol cuando subí a su camarín y le abracé de manera fraternal.

 

Comparte el post

Picture of J.A. Aguilar
J.A. Aguilar

Viajero y Escritor
A orillas del Mediterráneo

Ver más del autor

Posts relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *